miércoles, 28 de julio de 2010

en 7 días

Tengo una punzada en la espina, trata de recordarme las muchas cosas que hago en el ayer, trata de decirme que la experiencia más vivida fue en la oscuridad y a su vez en la luz. Duele de una forma extraordinaria.

Pienso que dios es un homosexual que ha decidido arrancarme la vagina y poseerme cuando me convierto en hombre y tengo nombre.

Todo deducido de la voz del universo que una vez me dijo:
-Puedes pasar por la puerta de Apolo, pero que nadie te siga, ni tu sombra-.
Llevo muchas noches despojándome de la sombra que me sigue, pero la muy estúpida pegada a mí, sigue diciéndome que no entre por ahí. Esa sombra está llena de razón y en vez de sólo seguirme actúa por mí.

No hay ritmo en mi, ni fuera de mi, y sin resígname escribiendo y hablando de cómo nos corrompemos por una botella de agua, me observo desde el umbral dónde nací.

Si condeno a mi aliento que en la mañana me dicta un proceso y aborrezco mi semblante que escuálido se arrastra entre las cobijas intentando no desbordarse, por qué no el todo que me rodea y que en un tiempo que no conozco “se traspasa a la nada que solemos ser siempre” ha de servir.

No entiendo cómo puedo tomarme un atributo tan estúpido de esencia y de palabra. Cómo puedo hablar de tanta idiotez y que ni mi mismo padre me detenga.

Definitivamente, dios es un homosexual que decido despojarme de vagina y ha hecho que una protuberancia me salga en medio de las piernas para sentirse mejor.

sábado, 10 de julio de 2010

el lado izquierdo recibe todo mi peso

Odio el refresco al tiempo y que me juzguen, que me discriminen, me que vean, que me hablen, que me oigan, que me sientan.
Odio que todos sean iguales a mí, diferentes a mí, perdedores y ganadores igual que yo.
Odio saberme, saberte, sabernos, saberlos y odio odiarlos.
Odio depender de muchas cosas, que me valgan verga muchas cosas, que no sepa de qué cosas hablo, que odiar no es odiar es una cosa y ya.
Odio sentir celos, no tener celos, amar y odio sobre todo odiar.
Odio mi alma, mi ser, mi espíritu, mi esencia.
Odio a mi padre, a mi madre, a mi hermano, a mi familia entera, odio tener su sangre, ser de su sangre, no tener sangre.
Odio fumar, no poder fumar, fumar demasiado, no fumar y odio que la palabra fumar denote tantas cosas.
Odio tener costras y no podérmelas quitar porque me va a quedar cicatriz, odio tener cicatrices por que antes me valía no tener costras.
Odio sentirme fea, saberme fea, ser fea, no ser bonita, ser bonita y saberme bonita.
Odio aburrirme, aburrirte, que me aburras, tener miedo de que me aburras, aburrirme de ti.
Odio no dar nada, darlo todo, no recibir nada, recibirlo todo, odio no sentir, no oler, no hablar.
Odio tener insomnio, no poder dormir, dormir todo el día, odio que mi insomnio ya no sea el mismo, ni lo aproveche como antes, odio ya no tener insomnio.
Odio no sentirme querida, ser acomplejada, no querer a nadie, que nadie me quiera, no tener ganas y tener ganas de todo.
Te odio, me odio, los odio, y odio poner punto final,






Children of Bodom- Hate Crew Deathroll

lunes, 5 de julio de 2010

de cuando me voy.

Tengo un verdor entre las piernas mientras espero que las horas sucedan sin dificultad para de una vez dejar de respirar este aire tan intoxicado de vanidad, suena como el viento grita ¡maría! y se suspende el ruido que pretende estar de extra.
El equipaje acomodado de tal forma que no estorbe, que sea fácil de agarrar como si tuviera que salir siempre de prisa, todo el desborde tirado en mi cama como quien no pretenderse irse, sólo acomodar.
Dos vestidos, un chaleco y un saco, si por mi fuera no cumpliría con el requisito excéntrico de extrañar, sentirse vaciado o despojado. Suenan los números y figuras geométricas, golpeado mi cerebro dejándome escribir apenas torpemente.
Que triste cuando pienso que en sobriedad esto tiene menor sentido, que la sobriedad arruina muchas de las mejores cosas, como el sonido del violín que me está despojando del vestido y atravesando mi vientre.
Me veo con interés, un encendedor, el celular, ese buen libro de Vatsyayana arriba de él una pluma que pretende ser usada de verdad un día y debajo, un cuaderno que dejara de ser útil una vez empiece a escribir en él, a un lado la agenda que corrompo para no olvidarme de mí un día, me veo con interés por que parezco una fotografía mal lograda, me falta un cigarro y tal vez un té.
A todos mis al rededores, nada, y mi cabello suelto despeinado como quien se acaba de levantar de sus lechos y decide vivir un día más, los ojos, mis ojos, tan rojos y mal elaborados fingiendo discreción y yo… sentada, jorobada y de nuevo hastiada.
Todo me recuerda a los días que mi sed era menos y me sigue dando mucha risa.