martes, 21 de febrero de 2012

Cigarros y tú.


No sé. En algún tiempo fui “adicta” a la nicotina, cigarros por aquí y por allá, de todos, hasta mentolados, que hoy ya no tolero ni en la peor de las malillas, ya es pura curiosidad ese sabor raro de tabaco disfrazado. Recuerdo las cooperaciones exageradas para comprar una cajetilla y repartirlos equitativamente, al final tres cajetillas por semana en esa utópica forma de ver las cosas ya no funcionaba.
Dejar totalmente el cigarro tampoco es funcional, pues cuando unas cervezas entran en mi organismo mis dedos entran en una necesidad que no entiendo, algo tiene que estar en medio; la fijación oral ya la supere (o eso espero). Eso y las dos horas que estoy en cada clase que parecen cuatro que me hacen sentir ese cosquilleo entre mis dedos, mis pulmones no necesitan mas contaminación y sin embargo no falta a quien le pueda hurtar un cigarrillo, o tomarlo bien chinchamente por confianzuda (o empática, quién sabe).  Total siempre dejo unos milímetros antes de que llegue el filtro porque no me gusta ese sabor amargoso, ni el hedor agrio en la boca.
Cosa de que esto es una metáfora rebuscada de mi relación con la otredad.  Y una manera más de escribir de cualquier cosa antes de que importe lo demás.

martes, 7 de febrero de 2012

Otra vez, la edad.


La forma de ser normal. Eso no se puede, intento clasificar las tendencias. Eso primero de tener estudio que valore tu vida, como un titulo que siempre es de mal gusto acompañado del nombre propio; ingenuidad o temor del abuso del ámbito laboral, quien sabe y soy la mejor maquiladora.
Luego ese estatus casi absurdo de compromiso, de embarrarse tanto del ajeno, del otro que hace de la necesidad incoherente. Eso que te vuelve ciego, estúpido y de nuevo aquello que parece que “ tiene que ser” con respecto a la otredad. Uno se elige entre tantos para terminar con uno mismo. Polos opuestos, tendencias iguales; ya lo dije, tiene que haber un mismo nivel de locura entre dos para que la persistencia siga. Definir, no puedo, lo he sentido de formas diferentes, en diferentes cuerpos.
Ya viene la idea de que las consecuencias de los actos siempre rebasan las posibilidades del futuro, pero este  aún en su estado inconcluso nunca deja de fastidiar, hasta la última consecuencia (de una vida intensa). Es estar esperando tu linchamiento cada tres días, después de que despiertas de un sueño que no te produjo mas que la sensación que estaría mejor quedarse dormido.
Será que los veintitrés años no son mas que una escusa para quejarme de mi tendencia de autodestrucción,  somnolienta, porque lo que se escribe siempre es de madrugada.
Es bueno tener este objeto risueño que me inspira a escribir y escribir sin necesidad que lo que escriba importe, tenga un peso filosófico, lo mas denso de mi pensamiento o lo peor de él.
A veces soy una despistada.