lunes, 24 de junio de 2013

Abuelos.

Mis raíces.
Vienen de lejos.
Se unieron al mar y la arena.
Se descompusieron el devenir de olas.

Mis raíces saben lengua antigua,
saben y saben de campo,
son de  maíz morado,
y de insectos salados.

Mis raíces se desmoronan,
se contraen en la pobreza y el llanto,
vienen del cielo pegado a la cara
y del calor que reponde: piel morena.

Mis raíces están en otras tierras;
se llaman zapotecas.

Mis raíces viajan todos los días,
comen pan y chocolate
y una tortilla grande,
se asustan de la noche
y se divierten con fuegos artificiales.

Ms raíces se purifican tomando mezcal, del bueno.
Mis raíces no existen, no son como el tule,
no son de manta, ni de huarache.
Mis raíces son mías y están en mi sangre.

miércoles, 19 de junio de 2013

Como una canción de d-beat.

Quisiste destruir todo. Las cosas que te rodeaban, tus puños, tus huesos, tu cuerpo.   
Estabas enojado. El estómago me lo dice a diario, desde hace un mes.

Hay cosas que no entiendo, hay vidas que no se merecen y hay personas que no podrían cambiar su destino aun si se les diera la oportunidad… aun si no hubiera un destino.
Espere mucho tiempo para estar vacía. Espere tanto que cuando por fin obtengo ese desalojamiento, no resisto y quiero volver a sentir todo. Como una cachetada se siente caliente en la cara o como el palpitar de la piel cuando estas cerca de una persona amada.
Quiero sentir todo, que no se me pase por alto nada, que ni el cuerpo sea un obstáculo para el goce efímero de la tierra y del agua y del fuego y del aire.
Tantos años de sentimientos guardados me empujan desde un costado de mi cuerpo, me gritan, me hablan, me regañan, me insultan, son agresivos, impertinentes, groseros, asquerosos, abusivos, hipócritas, deshonestos. Son yo. Y me doy miedo.
Me da miedo la soledad que me rodea, no la soledad mía que soy, si no la que me golpea todos los días y me deja moretes en las piernas para recordarme de lo terriblemente sola que estoy.
Mi existencia se discute entre el no hacer y lo hecho y lo hecho es muy poco, como una configuración extraña, indispuesta a moverse.
Ya no soy agua que se amolda a cualquier embace, soy tormenta que aniquila todo a su paso, que se acrecienta con el llanto, que se derrama del vaso.
Estabas enojado y tu enojo y valentía abrió una inmensa puerta que tenía cerrada, atorada, oxidada dentro, muy dentro de mí. Se están saliendo todas esas vulnerabilidades que distinguía grises entre tanta negruzca ansiedad, se están saliendo los y él monstro dormido que soy, que siempre he sido y que por mucho tiempo logre y termine por controlar.
Yo soy dos cosas distintas y una sola, y me da miedo que al abrir la puerta no solo se salga mi yo, sino que también entren más. Hay en mí también una parte que se arruga con facilidad, que miedosa se esconde y que le teme al rechazo, a la falta de cariño, a la obesidad, al conflicto intenso del diario devenir y que representa la existencia misma.
Quise gritar, llorar, golpear. Pero esas son rabietas de una niña que empezó a escribir aquí hace ocho años. Y que hoy ya no verás crecer porque no te diste la oportunidad de crecer tú. Una vez me dijiste que pensabas de mí entre bromas y discursos pendejos, de esos que les decías a todos. Yo te conocí como lo que eras y serás siempre, porque ya no estas y está bien que te hayas ido. Ya no te harás daño, ni le harás daño a nadie más. No te voy a extrañar, mi vida va a seguir viviéndose y encontraré la forma de lidiar con mis amigos monstruos que soy y que son ellos por si solos.

Adiós Augusto. Hoy se cumple un mes de tu partida.