sábado, 6 de julio de 2013

La extravagancia de existir en nuestros días.

Pienso en doscientos años atrás, cuando escribir cartas para conocer a alguien era lo que rifaba. Supón que tienes una caligrafía estilo medieval en latín, pero entendible, era indudable que la tinta en sí fuera un privilegio, no fue sino por el desarrollo oriental de la maravilla negruzca y liquida que permitió el sueño de ver reflejados tus pensamientos en una tela delgada, llamada papel. Increíble que alguien más deseara ese contacto personal contigo y las letras tuyas.
Quién sabe, pero no es que añore algo. El punto, es que hoy, como lo vivo a cada momento de mi relación de horas con este aparato (computadora), pienso que esta relación se intensifica de una manera tan grave y desastrosa en todos los demás también, por ejemplo, el contenido de una máquina que perdí hace unos años me dolió no tenerlo; veo esta 'necesidad' en todos al determinar sus aparatos como un medio sensible y total para expresarse. Yo, aprendí del desapego y esas cosas son el mejor remedio para tumbarse de rollo que cualquiera otras, esas en las que te va mal, pues.
La relación que vivimos con una pantalla es de notarse, o por lo menos para mis divagaciones resulta un entretenimiento hacerlo.
Cómo nos expresamos hoy, cómo contenemos la vida en una serie de pasos que predisponen a tu exposición personal. El mero hecho de escribir para que lo publiques dónde muchos pueden leerte, es ponerte al descubierto, es desnudarte en público. No se debe tampoco a que no sea capaz de mostrar-me. En sí, creo que nos exponemos, más por nosotros mismos que por haber un alguien afuera que pueda ver. Para mí los espacios en las “redes sociales” son un especie de diario que puedo ver con frecuencia y recordar de manera simple los acontecimientos que deseo anotar ahí, lo que no noto a veces es que también están  ahí disponibles para todos los demás, al menos para mis conocidos. Me suele invadir un sentimiento de invasión/transgresión por estas ideas.
Cuál será el motivo por el que deseamos esta exposición continua de nuestro ser y de la manera en que pensamos; hasta resulta que entre más original sea el asunto, es mejor visto por los demás. Una aprobación que se dicta con las visitas a tu página y los likes otorgados por muchos que son ajenos a tu vida. No miramos contextos, miramos lo expuesto como realidad, cuando la realidad es completamente diferente: sin un filtro de instagram o sin el re-blog infinito. Sus vidas me parecen más reciclaje de falta de ideas propias, que la necesidad de expresarse. 
Y bueno criticar el ámbito en el que me desarrollo tampoco es muy nuevo, es más bien parte del flujo continuo de las tendencias que el mismo internet expone como verdad. Malditos Hipsters everywhere!

Pero al menos yo, escribo. Putos.