miércoles, 7 de enero de 2015

Ser-se.

Sí, lo he pensado. Me temo, más de una vez. Pero nunca es enserio, porque aunque encontrase una justificación ideológica, teológica o biológica, mi pensamiento ya de por sí mal estructurado, asume que da lo mismo una u otra cosa, y que por lo tanto buscar una u otra cosa se convierte en un afán innecesario. No hay dualidades, no existe el epojé, ni el kairos. Solo está, el tiempo que se vive para cada uno de distinta manera, porque no existe, como uno solo, elemental para todos. 
Ha de ser cómo eso que digo del vértigo volteado, que en vez de que sientas un miedo profundo en las alturas, se convierte un impulso insostenible por aventarte al precipicio.
Yo no sé; las personas tendemos a expresar sentimientos rebuscados, le damos nombre a nuestra grafía de entender el mundo de forma genérica, como todos los demás pretenden entenderlo también. Cuándo algo es distinto, te asustas y lo que asusta, se excluye.
Qué le pasa al mundo que necesita morir. De vergüenza, de tristeza, de iniquidad. Quiero pensar, es aquello que llamaba Heidegger: El ser-para-la-muerte. Claro que todos podemos darle un flujo a nuestro sin-sentido. 
No tengo de nada que discutir, son sólo cosas que pienso, pero nunca es enserio.