domingo, 7 de febrero de 2016

Amo su inocencia, 27 años.

Soy una nube de ideas, de emociones y sentimientos y me caga. No puedo ser tan clara como el viento o de nuevo ser agua. 
Todo lo que más amamos nos hiere dice Borges, pura razón tiene. Pero es uno quien permite el abrirse a los otros, y que terribles somos en otredad, que no sabemos lidiar con lo que es el otro.
Los días se van en demasía rápidos, y mamá el otro día me platicó que la vecina le habló que esos días vendrían, estaba escrito en el final de su libro (biblia). Me hizo dudar un rato, confieso, pero luego solo atine a reírme y a matarle la cura a mi mamá para que no se ondeara también ella.  Y es que últimamente los libros me tiran pedradas, claro que también tiene que ver con el tipo de lecturas que hago,  pero mucho depende del humor que tiene una para pensar; algo que no puedo hacer –eso del humor- para comportarme en mi trabajo. Los chavitos se sacan de onda de volada y me inquieta el tipo de influencia que puedo ser. Ser maestra también es una imposición a la filosofía de la autarquía que quiere comenzar una.
Ahora pareciera eso, que no llega el kairos para hacer las cosas, pero resulta que si hago, y hasta me canso, pero la inquietud que traigo por dentro solo viene a reflejar otras necesidades que he dejado de lado por irme en esa corriente del imperativo categórico que todos traen atorado en su chip intelectual.  Casarse, tener hijos, ¿para qué vergas?

Voy a vender todas mis cosas e irme a la chingada. Quiero viajar es lo que me falta.