martes, 20 de abril de 2010

inventos y epicedios


Franz_von__Stuck_Judith_and_Holofernes

Sé bien que no es necesario hablar de estas cosas con usted, aunque la incertidumbre siempre nos inunde, aunque la realidad sea otra que la que queremos vivir, aunque nadie más oiga las palabras que decimos en voz baja entre las sabanas de lavanda. Esto es preciso decirle: ya haga que su razón deje de jugarme-nos malas pasadas.
Quiero decir, si un día nos besamos o llegase a abrazarme como quien no tiene vergüenza, deje de hacerlo estando ahí, váyase a otro lugar, le prefiero desalmado, que torturándome cada vez que se le ocurre no voltear a ver la sombra que le persigue a todos lados que va. Seguramente tiene más espíritu que yo.
Adhiero que al final, si un día me llega a besar o abrazar tendrá que tener menos valor ese día que como hoy lo tiene, ninguno.
Sé en verdad que es maligno. Lo que no sé quién es el felino, si usted por contrario o yo por esperar a que el vacio me dé una respuesta diferente que la que le dicta (de nuevo) el reflejo. Ya no sé si su estado etílico (o el mío) siempre es el apropiado, en esos días, en aquellos días que se han ido muy lejos de mi reminiscencia cansada, tal vez el del capricho es otro.
Tal vez pasen los días y todo sea claro, más claro que ahora, seguramente habrá más luz, de esa que abruma y se esconde en la sangre. El tiempo se me marca en la piel y ciertamente es más placentero saberme el tiempo que su imagen miserable en mi no-memoria fastidiada y retraída.
Por último es preciso discutir que por el luto que ahora me cargo, le hablo de usted. Se ha muerto, bien muerto. Ya y nada más le huelo la podredumbre a la distancia más cercana en la que puedo mantener el equilibrio de mi cuerpo. No me falta ni un espacio por oler. Muérase a gusto.

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