martes, 27 de abril de 2010

Males Hepaticos

Estoy harto de amarlas tanto que, precisamente, me harto. Y de odiarlas a medias porque me hastía pensar odiarles más sin intentarlo siquiera.
Me repudio a mi mismo y qué culpa tengo de ser así de divino… o terreno. Mis virtudes son muy mías y eso de las alegorías a mi me parecen más que un absurdo, ni yo me haría caso así encabronado como lo estoy ahora.
Sí, es el maldito lenguaje que me tiene limitado a la realidad tan arruinada en la que intento reflejar un poco de verdad, reflejarla en unos espejos, bastante rotos.
Estoy harto de la forma en que se me presentan, tan humanas y endebles. Pobres de aquellos entes que buscan la gracia de saberse en ustedes. Qué tristeza me dan, lo bueno es que también me da gracia saberme conocedor de esos placeres que aunque gratos, resultan muy mundanos, puras pendejadas y sus portadoras, más pendejadas aún.
Ya sé porque me he molestado tanto con un edifico el otro día, es porque con los seres no me puedo desquitar, perdón, con ellos no quiero desquitarme. No es que me este quejando que lo que fueron, ya no son es que lo que fueron y son también me resulta asqueroso y encadenado a una visión muy corta. Es más bien fastidio de lo que representan se tiene que llenar de otra forma. No, la soledad no es la tormentosa, son las ganas de morder y arrancar la piel que me tienen tan molesto. Pura neurosis de género.
Estoy harto de tener que justificar-les todo. Me hastía la verdad de sus palabras que se expulsan pobremente de su boca. Esas malditas bocas que quiero arrancar también a mordidas. Quiero arrancarles todo. Sus verdades no son las mías y no necesito de lunas, ni de serpientes para entenderlo. Maldigo tanto por saberlas enteras y no saber absolutamente nada.
Ojala se murieran todas, aquí, ni haya soy ahí o soy así. Putas todas a las que les he violado la existencia. Desagradecidas y empobrecidas. Todas putas. No valió la pena que me abrieran las piernas.
Mejor que me muera yo y que sepulten cien veces en el mismo lugar.