martes, 19 de julio de 2011

No, estoy hablando de ti.

Soy una aburrida, me atrofio el cerebro para no pensar tanto, pero soy tan controversial que me sale al revés lo que deseo hacer.
Sé de qué palabras hablo, pero las palabras no saben a mi, ni a nada, saben a cosa insípida, gris, lejos. Y no voy a ceder ante ti, ante tu estúpida sonrisa irónica que te delata y me embrutece. No voy a ceder ni un solo momento, porque caería tan profundo y en las espinas; que flojera me da la vista gorda y el espacio inundado.
No voy a extrañarte porque no quiero nublarme la vista, quedarme ciega ante algo que no veré nunca, que veré de lejos, que estará enfrente de mi tantas veces; mejor te voy a representar en el absoluto silencio.
Mírame, hablo de ti, de mi, de ellos, de aquellos, de los míos mas que nada, porque hay varios, variados, sola yo y ella que no puede hablar por mi la muy pendeja. Míranos, para qué tanto hablar y hablar, escuchar y escuchar, si yo sólo quiero mirar y mirar, como Sabines hizo, pues tampoco él ni una puta podía. Y menos puedo cuando sé que hay un lunar escondido debajo de tu cuello, en tu pecho, lejos de dónde yo debería de estar; que hay unas cejas tremendas que se curvean con la flacidez de tu cara, de tu humo. Que hay ahí en medio, enteramente mio, un secreto que a veces es muy tuyo, que otra que no soy yo, ni ella, tocará.
Si te platico que escucho ruidos en la noche y me gritan tu nombre, no entenderías que todos los nombres empiezan con la misma letra y terminan con otra diferente pero igual, como todo en la pinchi vida. Y hay suficiente de todo y de nada, más de nada porque ahí nos encontramos a oscuras, riedo, como locos, como lo que somos, pero no entenderías.
Me angustio, me nadeo, me interrumpo y me da nausea, como a la que Sartre le daba, o no sé, qué sé yo que me sé en ti; tan perfecto que me arrebasas y me causas profunda intranquilidad.
Que placentero es vivir cuando te da por aniquilarte parte por parte; centímetro corrupto, ahí, delatando-te en cada beso y parpadeo añejado.
Cada vez desentiendo menos, a ti principalmente, porque guardas el secreto que en medio de tu cuerpo me grita que te despedace de una vez y para nunca volver. O volver para repartirme tres veces más.
En 30 minutos te puedo hablar de secretos, te puedo hablar escribiendo, pero no entenderías que te extraño como extraña mi cuerpo su alma que se fue a su sin rumbo contigo. Pero que cosa más absurda extrañar, mejor me hago y te hago en absoluto silencio.

1 comentario:

FENIX dijo...

Un matiz del amor también es la ira, coraje y desesperación. Y efectivamente en ocasiones es mejor el silencio.