Temo ante mi ignorancia todo el tiempo, sobre todo en una de las áreas que me causa placer de existencia, la música. Conozco, se de muchos que son capaces de memorizar discografías, títulos y hasta sellos donde se presentan su diversificación de ruido, cronológicamente o históricamente en unión o concretamente momentos o procesos con influencias y contenidos particulares. No soy capaz de identificar ruidos concretos, destinarles un parámetro y juzgarlo, desde su composición hasta la forma en la que se transmite o sus contexto o trasfondo. No es que no lo reconozca o no me dé cuenta, es que a pesar de todo ello, ese conocimiento no me interesa, me causa duda justificar la construcción de una estructura porque termina siendo un conservadurismo lleno de moralidades o normas estéticas. En general todo ruido empiezo a disfrutarlo en los primeros cuatro segundos, si no me siento cómoda, lo desecho.
Para tomar este tipo de radicalidad pasaron varios momentos, para conformar mi forma de interpretar el ruido, el primero con las bandas y círculos de amigos metaleros que discutían el porqué de ciertas piezas, los integrantes de las bandas y porque en un supuesto, los interpretes hacían un trabajo magistral, o en la composición o en la ejecución, la apreciación de los grandes solos larguísimos, de lo aparatosa de una batería o de la estética de una guitarra; la técnica en cualquier arte siempre tendrá la base para la discusión y ser conservador, incluso en la música me provoca observar un figura de poder y querer ir en contra de ella. Este fue un primer hastío por reconocer la importancia de los protagonistas, los músicos, y no la música en sí. Claro, en un marco muy limitado con la siempre latente competencia de la música popular o de la en ese momento extravagante lujuria del reggaetón, “ese viejito”.
Previo a ello el punk ya había rosado mis mejillas con un pequeño aliento en la pubertad. Pero no tuvo impacto en mí hasta mucho después.
En un segundo momento, comencé a hacerme de un gusto muy variado, lleno de procesos melancólicos comenzado con el rock en español de finales de los ochenta y principios de los noventa, pero también tuve ruidos fuertes o contundentes, de mediados de los noventa con un nuevo estilo de metal con bajos más profundos y un hip-hop nueva ola después del rap de gánsteres, que bien partían desde una procedencia de la mercadotecnia, me abrieron paso con una divergencia sin cronología ni sabor especifico, me deje llevar por esos primeros cuatro segundos, y cualquier ruido que despertara un interés, era debidamente indagado, oía, de ser posible, toda la discografía a la que podía acceder mediante el internet (antes de SOPA) y decidía sin temor de ser juzgada, si deseaba fuera parte de mi bagaje. El problema siempre ha sido el mismo, jamás retengo nombres, fechas, solo reconozco sonidos que me agradan; cómo defino esto de mi preferencia, tampoco no lo sé.
Esta situación genero un tercer momento: No voy a discutir lo que no me gusta, lo que no conozco, entonces mejor aprendo todo lo que puedo y sigo escuchando sonidos nuevos, aunque no tenga con quien discutirlos o compartirlos, porque generalmente considero estos son procesos individuales, que te vacían para forman una parte de ti, sin embargo no son tu reflejo, ni quien eres en definitivo. Que sigue siendo una discusión que tengo interna, para mí siempre fue evidente en las personas el tipo de música que escuchaba por la forma en la que vestía, un día mi mejor amiga me dijo que no me vestía normal y que ella no podía distinguir ese rasgo de mí, mi expareja me dijo que era “indie” y de alguna manera si comprendí la definición porque de hecho un tiempo procure esta música, sobre todo porque me pedían arreglar el html de las páginas de myspace de bandas de otras partes del país. Pero no me convencen, ni corroboro que las personas se puedan entender a los otros por la música que escuchan o el ruido que prefieren.
A lo largo de mis estudios profesionales y personales aprendí que: durante la época las primeras civilizaciones cada una tenía un sonido que los representaba a partir de sus formas estéticas íntimamente relacionadas con sus cosmogonías y obviamente con sus medios naturales, una vez que los procesos de mestizaje se dieron estos sonidos de igual forma tuvieron un sincretismo, en caso continental los mensajes de estos momentos quedaron grabados en las conexiones entre las primeras civilizaciones y sus procesos contextuales, por ejemplo en el jazz, la cumbia, las polkas, jarabes y la música tribal etc. [1]
Una vez que el mundo se moderniza con la electricidad [2] comienza un segundo proceso de formación creativa y estética, lo que se produjo como sacro durante la edad media, la edad moderna lo contradijo de mil formas, por ello el rock se satanizo en todos los tipos de religión monoteísta de mediados del siglo XX. –uno de los grandes alcances del ruido que pasamos a segundo término- Incluso se cuestionó quienes podía producir, interpretar o ser escuchados a partir de las condiciones y contradicciones sociales respectivas de la época histórica. –only White Man and shit- En este punto casi por finalizar la segunda década del siglo XXI, en que nos encontramos como estas nuevas formas, variadas, deformes, amorfas, podemos cuestionar las técnicas todavía, podemos hablar de música altamente metafísica como diría la Dra. Villapudua o podemos anticipar y decir que todo se ha producido y solo estamos en un eterno retorno de combinaciones posibles.
II. Lo que discuto:
Un día una amiga me afirmo algo relacionado con mi forma de vestir, no había caído en cuenta de la conexión entre la moda y vestimenta con la música, pero esta idea si era un referente, cuando era niña leí un libro donde hacen hincapié en como las formas de expresar la identidad se ejecutan con lo que tenemos próximo[3], incluso hace una recopilación breve e histórica de las modas como el punk y el surf para hablar de la individualidad al momento de elegir tus prendas [4]; el caso es que al decirme esto, cuestione para mi interior que tipo de ropa usaba y si esta manifestaba mis gustos. Discutía, como parte de mi formación musical con una cabeza melómana, biblioteca andante del punk y rock clásico entre sus géneros derivados, acerca de la etiqueta que se interpone entre el personaje y la música ejecutada, que se interpreta en el debería de una actitud, es decir el estereotipo de aquel que escucha cierto tipo de sonidos y se comporta, viste o incluso transmite ciertas emociones entorno a lo que los interpretes de las piezas quisieron manifestar o exponer con su música, el defendía, y yo decía que -¡a la verga con esa cura!. Un gusto musical no me va a definir no va a definirnos como persona, al menos no concuerdo con que sea de una manera concreta o final. Pero es parte de ese mismo esquema que comento respecto a que no me importa si me define o no, me gusta la música que escucho sin necesidad a veces, no de identificación o por buscar una identidad, escucho cumbias rebajadas y no me visto como cholombian, o de cierta forma, a la Lila y su crush con Frida, también le gustan los Cadetes de Linares y Ramón Ayala, ejemplos solamente para verificar mi sentido de ridículo.
El ruido entonces independientemente si te define o no, a partir de lo que escuchas o decides que te identifique porque lo disfrutas, solo se deriva de un sentido utilitario. Entonces, de nuevo caemos en la discusión de lo no-estético: te gusta porque es la moda, o porque es una imposición. No viene desde tú mera disposición ante ese sonido particular.
Es por ello para lo que escribo toda esta mierda y cuestiono: por qué tu figura se debe configurar ante ciertos roles o condicionamientos que se derivan de lo que se estructura, en este caso en torno a la música, su género o sus representantes (incluso lo que visten y su comportamiento), es darle un valor al interprete y no al sonido, al ruido.
El ruido no es un parámetro es un vacío donde todo está conectado, intensificado, nunca es suficiente, es dionisiaco[2], enfurece y sana en todos los mundos y tiempos, no será reducido a una etiqueta o una regla de comportamiento.
III. “El arte” y del discurso: Fake assshit
Y si realmente la música definiera una situación de ti [5], que podía atribuírsele a una persona que escucha música romántica y golpea a una mujer, ¿son aplicables estas sentencias morales para cualquier género? Cuando mezclamos las normas de las técnicas y conservar una pureza de las piezas, con imperativos categóricos morales, afines a conductas y posiciones ideológicas, preservamos, conservamos estándares y parámetros que según mi entender en la naturaleza humana son siempre cambiantes, constantes y modificables.
No se puede ser juez y policía. Entiendo que entonces el contexto le pertenece a quienes participan en él, son acreedores de su formación y destrucción, sigo cuestionando si a partir de ese contexto y la propuesta significativa de ciertas tendencias musicales que representan ideologías y estructuras, podemos discutir características de género y/o de relaciones afectivas, de conductas contradictorias e ignorantes sin inventar una regla o una situación normalizada. Quién inventa estas leyes morales dentro de los espacios que compartimos, quiénes proponen la competencia deliberada de autoproclamarse defensores de una política o dictadura, por un gusto musical…
Solo porque escuchas cierto tipo de sonido, ruido, o género no tienes que seguir esa tendencia de querer “hacer lo correcto”, porque sobre todo dentro del imposición de ciertas manifestaciones ideologías relacionas con su expresión musical, lo mínimo que debería ocurrir para aquellos que escuchan música relacionada con la contra cultura, la protesta, o por “ser música desalinizadora” es, proponer nuevas formas de relación que nos permiten, no para medir tu significancia dentro de ese gusto o género. Es un absurdo porque no es coherente porque rebasa más a la música y deja de tener validez si no es primero el ruido y luego tu puto drama porque no funciona tu vida y tu única opción es refugiarte en una tendencia, género o estructura que te determine.
[1."Pasos de Cumbia" serie documental de 10 capítulos. Es el viaje del músico chileno Cuti Aste que recorre África (Nigeria y Camerún) buscando los orígenes de la cumbia que trajeron los esclavos a Latinoamérica.]
[2. Hice un artículo acerca de la música como proceso dionisiaco en relación al texto de Nietzsche del Origen de la Tragedia, en donde Apolo, es el reflejo de la razón y todo aquello que es válido o verdadero y Dionisio es la representación del party y la delincuencia \m/]
[3. The Complete Costume history, Racinet Augusto, Tomo I y II. Explica el texto que la vestimenta se ha modificado a lo largo de la historia según los modos de producción de pasar de ser sociedades agrícolas a ser se segunda economía y a su vez terciara, a través del intercambio comercial, es decir de tipos de telas y materiales así como sus usos. Lo mismo sucede irreparablemente anexado el contexto musical, por ejemplo con la formas de las trompetas para ser útiles en cómbate y usables con los uniformes[5]]
[4.. “¡Por favor no te vistas de fontanero! O hijas, madres y tías en busca de su look”]
[5. Guía incompleta del Jazz de Rius]
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