Empezó el año con frio y lluvias, enero de 22 se trató de médicos y papa, la verdad que no distinguí las fechas ni puede realmente cuantificar ese año. Al comienzo del año todo parecería muy confuso en la actividad laboral, era un reto conductual no ser la persona nefasta que todos en el interior podemos ser.
Es el primer año,
sin embargo, que le temo a la tempestad, que la seguridad en mi misma me cuesta
entenderla o encontrarla, el clima, y sus estragos, también me causaban una conmoción
y un medio a verme vulnerable ante la inclemencia meteorológica. Tanto así que
me proponía en el pesar en que en su nuevo formato de entidad, mi papa me
acompaña, y cuida en el mejor de los casos.
Y la vida igual
sigue en se devenir, no se detiene, no le importa que, aunque preparados para
siempre esta en el arrojo del existir, a veces son avalanchas y no simples
chubascos que nos atacan desde las fronteras imaginarias, entre decidir sufrir
y entre el seguir dando patadas de ahogado… siempre se sale a flote.
También mama
sigue ausente en su propia revolución emocional e intelectual, no hay palabras,
quisiera expresar siempre mi apoyo y amor por la persona que me ha criado, pero
también esta bien apartarse y dejar que se admire de la vida, desde lo más difícil
a lo más fácil, pero solos o de manera individual, para seguir aprendiendo.
Empecé y termine
de leer La ciudad de las Bestias de Isabel Allende, es un libro que me capturo
de inicio a fin y que con poco tiempo devore como hace mucho no leía vorazmente
un relato, desde la manera de escribir de la autora, los personajes y lo fácil que
es que te transporte a la escenografía de la narrativa, me hechizo, me sentí la
niña que gano su primer reconocimiento por destacar en escribir y leer en la
primaria.
Enero frio y lluvia,
me permite sentir mi cuerpo, contrarrestar el síntoma de alerta en que a veces
no me doy cuenta de que entro. El sonido es relajante.
No porque es el inicio,
significa que el final tuvo conclusión, perdonarse, disculparse, terminar lo
que se empieza y dejar ir la culpa. Después de la tormenta no viene la calma, viene
el lodo.
Agradezco que
sigo aprendiendo, todo lo que me permite ser, sentirnos mas que nuca en
nuestras vidas, lo que tengo, lo que he tenido y lo que tendré, porque igual me
emociona.
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