jueves, 8 de abril de 2010

De ojos.

“How many tears must we cry before learning,
Things that we had they're for real and we're losing,
Can't get close enough to you, 'cause you're just too far away.”
Black Sabbath.





Ya se quedó dormido torpemente respirando, cuido no se vaya a ahogar con su saliva, que su cuello no esté torcido, que sus botas ya no estorben para acomodarse en su cama tan grande y tan sola.
Cuido que su sueño no se perturbe, ni con sus balbuceos, ahí en ellos se le brota su naturaleza errante. Si fuera el alcohol un conducto para la paz, en su caso sólo le perturba más el alma y le hayo desatino y asco.
Se despierta, se levanta, conduce sus pasos, abre sus ojos al tercero que da. Se sostiene del sofá, camina torpe y cansado, camina lento, prefiero verlo que ya está compuesto. Pregunta siempre por ella, como si su presencia le diera tranquilidad, espera que le responda que ya está dormida, ella prefiere quedarse quieta, no le da pie a la rabia. Él se detiene intentando hacerse saber que sigue ahí y no donde sea que estaba antes. Se consume de nuevo, intenta volver a articular.
Algo sale mal, se da cuenta que aunque está ahí, está más solo que antes y es algo con lo que no puede lidiar. Empiezan a salirle ratas de la boca, su bigote se convierte en fuego. Intento callarlo, que se calle de una vez. Después de muchos forcejeos. Él duerme de nuevo. Y yo con mi espada que nunca uso me quedo más cansada que cuando llegué.
Verle consumirse en su desgracia, en su alcohol que no le deja y no me deja más que verlo mediocre y descorazonado. Siempre me deja cansada.
Ojala que el viva más que yo, que alcance a renovarse en este estado. Que cuando yo muera (o viva) lea esto. ¡Que ya ni por ti puedo llorar!
Ya ni llorar por él puedo. Parece que tanto le he llorado que ya de nada sirve ahora, es inútil. Ver que escribo de él me resulta confuso, antes ni su nombre podía poner en una hoja de papel.
Quiero pensar que no me convertiré en él. Que ya se acabo todo. Que tiene cincuenta años y tiene en realidad cien.
En mi cuento no hay princesa, más bien soy el caballero y él, el dragón... o al reves.

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