lunes, 17 de mayo de 2010

Nada, dije.


El frio me entra por la espalda y la pantalla no me ayuda a respirar. Los huesos se me hacen sal, la piel arena, los ojos fuego y las manos agua.
Mi cuerpo me parece asqueroso por ser cuerpo, solo yo misma me puedo despreciar, de los otros mejor me tomo un trago de su mezcal.
La luz negra, la sangre que se me escurre en el torso. La estorbosa pulsera que necesito cargar para no olvidarme de lo efímero.
Tres dientes de ajo, orégano y en paz.
No sentencio nada, ni mi cansancio, ni mi mente atrofiada por tanta podredumbre de fondo. Nada. NADA.

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