martes, 7 de septiembre de 2010

Tres veces.

En mi cuerpo no hay poema, en mi alma no hay lamento, no hay congojo, no hay ni si quiera un pisca o residuo de que alguna vez hubo estas cosas; no hay en mí pues, la virtud del escritor que afanoso consigue quebrantar y anudar gargantas, acelerar corazones y turbar conciencias.
Yo no tengo poesía en mis manos, ni hago de las letras un acomodo innecesario. Las letras hablan por sí solas y dirán cosas aún más profundas que los pobres versos que tendré que componer para argumentar y defender algo que realmente no quiero ni pensar.
Yo no escribo para el prójimo, para el ardido, para el positivo, escribo para lo insensato, lo negativo y el vacio.
Me sumerjo, me inundo, me ahogo, qué más necesito escribir. Para qué el rebuscamiento.
El viento sopla y se mete corriendo por mi ventana como quien la prisa le obliga a entrar arrebatadamente. El viento tiene cosas por hacer y en su caminar fugitivo se lleva esa caricia de cordura.
Tengo claro que no soy poeta.

1 comentario:

David Navarro dijo...

una linea hubiera bastado.

Yo no escribo nada.