miércoles, 27 de julio de 2016

Normalidad.

En la vida he tenido en muchas ocasiones la sensación de que algo cambia. De que algo no me toco a mi como le toco a los demás. Esa sensación me persigue, no tengo padres normales, ni ellos tuvieron una infancia normal. A mi mamá le asustaban mis ideas y mis cuadernos llenos de escritos sobre la tristeza y negra existencia, algo que para una niña no era normal, no me toco experimentar la sexualidad como a los demás, no tuve novios normales como los demás, no tuve amigas normales, no me gusta la música normal, no tuve graduaciones normales y no estudie en la universidad algo normal.
Normal como el parámetro genérico que posee el cumulo de personas que llamamos sociedad. Ahora entiendo que no necesitaba que nada fuera normal.
Ahora noto que el mundo siempre cambia, las ideas y el humano que las construye. Me alegro de que no sea normal mi cabeza, ni mis ideas, porque veo a la gente normal y me atemoriza tanta idiotez a lo que le llaman ser normal.
No quiero hijos, ni casarme y no quiero que mi vida como mujer se sienta realizada por ninguna de estas cosas. Esos parámetros que piensan los otros que construyen para fundamentar su vida coherentemente me parecen absurdos. Muchos me dicen, si te entiendo yo tampoco soy normal. Pero luego van y hacen todo eso que parece normal, incluso lo desean interiormente y se realizan haciéndolo. 
El otro día a penas sentí esta idea que describo, cuando alguien miró un cassette en mi carro y se asombró de que lo usara o si quiera lo tuviera. También veo a personas que siguen temiéndole a la homosexualidad, o que un hombre exprese sus emociones, o que una mujer sea un buen conductor. Pero el mundo cambia y las ideas humanas también.

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