domingo, 24 de septiembre de 2017

Escribir es mi zen.


Es la formación de la existencia en infinito, plasma las palabras que uno piensa en símbolos que los demás pudiera o no comprender. No sigo regla de escritura formal como aquel que estudio lengua o literatura. Aprendí a pensar en nociones abstractas, en ideas concebidas a raíz de experiencias particulares. Escribir a fin de cuenta es hablar acerca de uno mismo.
Escuchaba a alguien hablar de egoísmo como, y de qué, el ego es lo que impide al humano desarrollarse completamente, difiero con fuerza imperante. El cultivar la individualidad permite entender la otredad, es lo que decía Sartre acerca del ser-para –el-otro pues el yo, devela lo demás, se aparece aunque su presencia no la genere mi notarla en el mundo, existen las cosas por sí mismas, arrojadas; dijo Borges como en la idea del absoluto en la palabra tigre, todos saben la concepción de todos los tigres al mencionar solo uno. Entiendo empero, la necesidad de los otros, hacen falta como tomar alcohol, fumar un cigarro, asumo que sin lo otro tampoco se devela el yo, pero no es responsabilidad existir para lo otro, solo construir el proyecto individual, ahí entra lo que afirmo acerca de la individualidad, no en el rechazo absoluto de lo otro, la otredad. Y proyecto también es pretensión.
No estamos de paso uno de los otros, estamos en un loop infinito que se busca porque somos uno solo, decía la película japonesa donde platean un mundo paralelo en que el tiempo es al revés.
Cada día me persigue el tiempo, como queriendo alcanzarme, eso siento. Pero, ahora planteo una divergente, no solo no-existencia, si no la posibilidad de vivir en todos esos tiempos, como quien se sumerge en una parábola, aleph también le llamo Borges.
<> dijo uno de mis alumnos de una manera muy sabia, a sus quince años, como es posible que le quede tan claro a una persona que apenas está en formación o incompleto en su desarrollo, es posible entonces que efectivamente para algunas conciencias sea una develación dada, sea por la mera existencia en este mundo, sea porque durante toda la vida busco una iluminación. Pero no tiene más mérito el que recita todos los textos sagrados, que el que un solo verso transforma a los otros, dijo Buda.
Hablar del término del tiempo sigue siendo un pretexto para no sentir, para que la vida pase indolora, incolora, sinsabor, citando a esa persona que lucha desde adentro hacia afuera.
Todos tenemos un vicio con el cual saciar las ansias que produce la existencia, describe Sartre esa sensación con la náusea, que se siente asumo en la nostalgia, en estar enervado o alcoholizado, todos tiene un don para buscar lo que nos hace daño; de este lado busco a los dañados, ese es mi patrón de violencia o de transcendencia, dañado no el sentido del uso o de que algo externo lo desgasta, si no del daño de fábrica, como en las series de producción que uno de cada cien productos ,uno sale con una imperfección, lo mismo sucede con las personas.
No cabemos en los parámetros o líneas de producción, los productos que sirven, están ya predispuestos a seguir un imperativo que perpetua la maquinaria social, es evidente para mí la estructura que se genera. Por eso tiene la deconstrucción una forma de desactivar esa maquinaria que se controla desde el aparato económico. Generar familias, tener un apellido o herencia, crear un negocio propio, mucha educación formal, son los parámetros que los productos dañados ya no anhelamos, el ser distinto provoca el rechazo no ya no de lo demás hacia uno, si no rechazo de uno a lo demás, todo lo “no dañado” y que en apariencia el aparato legal simula como igual.
Movimientos de autonomía que demuestran lo que afirmo son muchos, disidencias que provocan replantear o dar una segunda vista al aparato y su función, entre indígenas principalmente, alteridades sexuales, anarquistas, religiosos extremos y feminismos. Todos los individuos tienen su propia vía, aun contradiciéndose constantemente porque aunque hay distintas vías, no la siguen todos con coherencia.
Existe una forma de estructura que permite mantener un orden de relación intrínseca entre las personas, de alguna manera eso permite no sentirse individual, como si todo lo que fuésemos solo estuviera validado y conformado por los demás, no la persona que somos sin los otros. Es un acto egoísta acercarse a los otros porque al final son un residuo de nuestro desdoblamiento hacia lo que aparece como fenómenos en el mundo. Los otros están en ese mismo proceso por ello conviven en las ataduras y contratos sobre de ellas, nadie desea verdaderamente la individualidad pues lo ajeno o lejano no quieren cuestionarlo, cuesta más trabajo intelectual. La monogamia, el matrimonio, el generar descendencia, no necesarias como fuerza vital, si no solo porque se puede la reproducción, nos hace pensar que es nuestra decisión, como si fuera opción  y no como parte  evolutiva de la especie que somos.
“Todo ser humano quiere dejar una huella de su existencia” es una imperativo humano  tengas diez u ochenta años, pero no toda apareciera genera un deseo oculto de aceptación o de validez al existir. Eso le quise decir a la chica de trece años a la que le doy clases de ética cuando me lazo su frase paradigmática.
No es acaso la existencia la única evidencia necesaria para validez de la vida; sin embargo buscamos todos los medios para comunicarnos, para compartir y construir proyectos, no individuales si no colectivos, una vez que se deconstruye la colectividad, qué queda, cómo funciona incluso hablarlo, establecerlo casusa un repudio hasta a las conciencias más trabajadas en la dinámica de análisis.
No podrías apostar siempre a que el individuo hará solo lo mejor para sí,  en apariencia eso solo  esta perpetuando un estado de inconciencia.

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