Pensaba que las cosas inevitables no existían, que todo es premeditado y que cada acción es una decisión. Pensaba así porque pensaba todo seguro o completo, pero era una apariencia. La verdad es que nada ha estado completo desde hace mucho tiempo y que la apariencia sostenibleen realidad era rechazaba inconscientemente, precisamente por ese acto inevitable de ser.
Eso produjo en la práctica, una dialéctica de la cual me pretendo liberar, no solo por mí, he notado que estamos padeciendo de otras formas de interacción, nuestro apetito por la vida regulada por la sociedad determinista no es complaciente, las modificaciones a esas estratos ya son notorias, la tendencia de la desintegración familiar normalizada, por ejemplo, entre otras situaciones como la diversidad consiente aceptada de la orientación sexual. Este doble sentido de las cosas, que moralmente son aceptadas pero que internamente en los individuos son contradictorias: monogamia y reproducción, life style.
Me siento ridícula, estúpida, y loca, casi pasa eso de quedarme arriba. MI cabeza comprende perfectamente la situación, pero la sensación no la logro descifrar, entiendo que la insatisfacción. Quise darle sentido a eso que se esperaba de mí y que en la última figura limitada a mi lado podría, en apariencia, sostener.
Pensaba que la decisión era mía, que podía controlar la dimensión de la otredad a mi alrededor, desconcierto cuando se disminuye esa densidad sin que lo premeditara como opción. Las posibilidad ya no era ser compartiéndose.
Hay momentos en que la sensación puede más que mi inteligencia, son días en que me detesto porque no siento la ausencia o deseo la presencia, me niego, sostengo que no se puede anular a una persona, pues siempre he cargado a todos entre los hilos de mi ser, esa es la hebra que sostiene toda la estructura, toda la apariencia. No puedes quitar un hilo porque se desborda. Pensaba esa era la trascendencia de la otredad, que nos componía al observarnos en ella.
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