La Filosofía de lo Oriental. I. Confucio
Por: Sonia López M.
Son muchos los siglos que deben ser recorridos para la comprensión, entendimiento, o si acaso, el acercamiento a los inicios de la especulación filosófica que se gesta en todo aquel territorio que no fuese parte de la Grecia antigua, como lo es Arabia, Egipto, Irán, Japón, India y China que ahora son naciones, estas se conforman cada una con elementos y elaborados sistemas ligados, algunas veces a la religión de la denominada Filosofía Oriental.
Si bien no hay un aspecto homogéneo entre toda esta población del mundo, más antigua y seguramente más cabal en su sabiduría, hay dos características que se pueden identificar:
1) La práctica de la vida ética unida a una metafísica, es decir que la acción o no- acción forman parte de un circuito, como lo que le llaman causa-efecto (Karma y Dharma, Samsara, Reencarnación, Eterno Retorno, Orobus).
2) La ausencia de una especulación pura, que no se aleja de una motivación religiosa; no podemos asumir nuestra concepción de lo religioso aquí, ya que en estas filosofías eran esenciales los rituales y prácticas constantes de las tradiciones, he ahí lo religioso, incluyendo claro aspectos que sí conocemos como cantos, rezos o fechas específicas para determinados rituales.
La Filosofía Oriental consiste en una sabiduría práctica, que en el folklore, en la etimología popular, en condiciones pre científicas y mágicas, se presenta un pensamiento complejo filosófico, que cada extremo Oriental tendrá ya por tradición o por pensamiento, identificándose unos de los otros, pero a fin de cuentas también con similitudes de su opuesto Occidental, ya que no se puede aún negar esta conexión entre sí, por ejemplo, debemos de incluir la filosofía Árabe y Persa a esta gama de conocimientos que también forman un vínculo entre Oriente y Occidente.
La posibilidad que existe cuando sean comprendidos todos los lenguajes en que se encuentra escrita la filosofía Oriental es inmensa, así como cuando sean conocidos a la perfección los elementos psicológicos, históricos y sobre todo el acercamiento a traducciones no sólo filológicas (es decir, que no son solo por estudio científico) sino que se utiliza el uso de la lingüística de las diversas culturas, como se ha indagado en las culturas de la India y China, y que tienen un mayor interés de plasmarse en el mundo.
China se destaca por considerarse sumamente moral con tradiciones milenarias y se le atribuyen inmensas contribuciones a la humanidad en general, como población igual que todas tiene un proceso histórico complejo, desde las primeras comunidades e imperios, hasta la modernidad y su destacada participación en la elaboración de todo tipo de productos de consumo doméstico.
Existen distintas escuelas o enseñanzas que comprenden la filosofía China, una sería sin dudar la que se introdujo con Confucio, un personaje bastante conocido en nuestro lado del mundo pero que en la propia China, aunque siempre fue célebre, su lugar en la historia fue cambiando de un periodo a otro, desde ser considerado solo un maestro, o ser un enviado del cielo, hasta el clímax de su gloria, en donde puede ser llamada su enseñanza propiamente cómo una religión, el confucionismo. Confucio, es un nombre en versión latina de la persona que se conoce en China como K’ung Tse, o el Maestro K’ung, la palabra Tse es un sufijo de cortesía añadido a los filósofos de la dinastía Chou, significa maestro. (Feng, 1989)
Confucio nació en 551 a.n.e dentro de una posición noble pero también migratoria por la transición histórica de dinastías. En Shih Chi o "Registros históricos de la historia dinástica de China" en el capítulo XLVII se encuentra el relato más detallado de la vida de Confucio, así sabemos que pasó por pobrezas en la juventud, pero que para sus cincuenta años ocupaba un alto puesto oficial, dicen que las intrigas lo obligaron al exilio, así durante más de una década busca realizar su ideal de reformar política y socialmente a su cultura, viajando entre los diferentes reinos, no lo logra, pero a su paso deja una lista larga de seguidores o discípulos, esto es sobre todo porque la educación en la China de ese entonces era exclusiva, privada o cotizada, Confucio se dedicaba a instruir de esta manera, fue el primer maestro privado, podría decirse.
Los ideales de Confucio están plasmados en una serie de dichos compilados por un discípulo, porque al parecer a este Maestro no le interesaba tanto el escribir pues no era una práctica tampoco propia de su clase, si bien fue el primer maestro privado no fue el primer gran escritor de la China, pertenecía en ese entonces a una clase de hombres que fue conocida como ju o letrados, que se ganaban la vida al enseñar y educar, sobre todo por medio del ejemplo, enseñaban los Seis Clásicos, es decir las seis artes liberales o Liu Yi, textos de poesía, música, historia, odas para conservar o sostener las tradiciones, los ju eran versados en los ritos para ocasiones fúnebres, sacrificios, bodas u otro tipo de ceremonias y como debía de efectuarse según cada práctica o formas tradicionales.
Confucio sin embargo fue más que un simple trasmisor, al trasmitir generó nuevas interpretaciones a los clásicos, tuvo sus propias ideas acerca del individuo y de la sociedad, del cielo y de la “función del hombre”, así, cada generación de sus seguidores alentó a que se comentaran y escribieran interpretaciones de una sola práctica o enseñanza, es por ello que Confucio genera o funda una nueva escuela.
El Maestro propone un imperativo categórico, es decir, reconocer que las relaciones sociales e individuales implican ciertas responsabilidades y deberes, y es por ello que la benevolencia (jen) y la justicia (yi) son las principales virtudes del individuo: “En la sociedad, cada quien tiene ciertas cosas que debe de hacer, y que deben de hacerse por sí solas, porque son las cosas moralmente justas.” (yi)
Dijo Confucio “ La benevolencia consiste en amar a los demás” (jen).
Para comprender estos dos principios, se puede resumir en un dicho que seguramente has escuchado tantas veces que ha perdido todo significado, pero vienen de este maestro y sería:
“ No hagas a los demás lo que no quieras para ti mismo.”
Entonces ser benevolente y justo solo implica que uno se pone a sí mismo como norma para regular la propia conducta, claro, cuando verdaderamente se aplica esto último de no hacer aquello que no te gustaría que te hicieran, tal vez lo podamos meditar con la última conducta que tuvimos al estar enojados o tristes y desquitarnos con el primer individuo que se nos cruzó en el camino, sea un familiar o una amistad, la realidad es que nosotros somos la medida, y uno solo recibe el amor que está dispuesto a otorgar.
Los Taoístas enseñaron la teoría de “hacer nada” y los Confucionistas nos dicen, “hacer por nada”, simplemente por que es justo hacerlo, cada quien tiene algo que debe hacer, el hacerlo es lo que da valor al acto y no tanto el resultado externo, por lo tanto, según los Confucionistas, no hay que preocuparnos por triunfar o fracasar, hay que hacer lo que sabemos que debe hacerse, tal vez el resultado es que estaremos libres de angustias por el triunfo o libres de temores por el fracaso, por ello dijo Confucio:
“Los sabios están libres de dudas; los virtuosos de angustias; los valientes, de miedo.”
La cuestión es que cada individuo debe de ver el conocimiento de sí mismo, para conocer lo externo, por benevolencia y justicia un ser es virtuoso en su propia naturaleza, así como el ave o el pez que se muestra en ondas delicadas en el agua y el viento, solo hacen lo que deben de hacer. En los Cuatro Libros de la Sabiduría, la doctrina del medio que consta de 33 artículos parten de la enseñanza de Kung-tse, nos proponen el seguimiento de la moral que es dada al hombre por naturaleza, que no se encuentra en sí en un conjunto de reglas exactas, si no en los principios que todo hombre tiene al ser fiel, con los padres, los amigos y familiares, como deberes universales, para desarrollar la conciencia, la voluntad y la virtud. Ejemplos de “deber hacer” nos pueden sobrar, es principalmente en la educación familiar donde se perpetúan esos “deberes”, pero es la propia persona realmente, desde su propia forma de ser y de actuar quien decide sus propios principios morales y éticos, esto es lo que propone el Maestro, básicamente. Cuántas veces dejamos de hacer o dejamos de amar, si estas acciones son solo parte del deber de la naturaleza humana.
Cuestionemos nuestro deber hacer, practiquemos el amor hacia los demás y actuemos según nuestro ser.
Referencias bibliográficas:
Historia de la Filosofía China, Feng Youlan, ediciones en lenguas extranjeras, Beijín 1989
Confucio, Los Cuatro Libros de la Sabiduría, ediciones edicomunicación, Barcelona, 1998
Diccionario de Filosofía, Dagobert D. Runes, ediciones tratados y manuales de Grijalbo, México 1960
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